jueves, 10 de julio de 2014

Dos herramientas para el equilibrio diario

Vivimos en la cuarta ciudad más poblada del mundo y eso conlleva un nivel de estrés que sólo las personas que andamos en este tipo de urbes entendemos. 

La tensión en el DF es un hecho: el trabajo, poco descanso, metro lentísimo, tráfico eterno, choferes malandras y agrégale cualquier otra queja personal. ¡Neta, paremos! 

Podría dejarte una lista súper amigable y zen y larga de cómo hacerle para alivianarte el día, pero con tanta cosa pasando en nuestras frágiles existencias, lo resumo sólo en dos: No te lo tomes personal y preguntate para qué.

1. Por amor de Dios, deja de tomarte las cosas personales. 

Si vas tarde a tu trabajo y las escaleras eléctricas de Pantitlán no funcionan, te tengo noticias: ¡No es para fregarte! 

Eres sólo uno de los millones de usuarios que las utilizan. Lo mismo aplica en todas las demás áreas de la vida. Hay cosas que simplemente suceden, que son aleatorias, pues. Si piensas que todo lo que pasa es porque "alguien" o "algo" tiene como objetivo arruinarte la vida, simplemente estás evadiendo tus responsabilidad. Por ejemplo, levantarte temprano, preparar tus cosas en la noche o simplemente reconocer que tienes broncas con la puntualidad. Al final del día, el balón está en tu cancha.

2. Apaga el por qué y prende el para qué

Si constantemente te preguntas "¿Por qué a mi?", permiteme responderte con otra pregunta: ¿Por qué no a ti? 

Así como el tomarte las cosas personales, los "por qués" te ayudarán a encontrar puro pretexto: no hago lo que quiero porque la vida es injusta, porque chocó el camión, porque mi marido o marida es un idiota... Las respuestas del porqué son como una espiral sin fin que sólo te aleja de tu objetivo. Cuando andes en eso, date el chance de preguntarte ¿Para qué?

Las respuestas a esta pregunta implican acción y te van a sacar de la cotidianidad. ¿Para qué poner pretextos? ¿Para qué responsabilizar a otros? No te preocupes, no me digas. El chiste es que tu solito o solita te des cuenta y hagas algo para resolverlo. 

Te prometo que estos dos ejercicios te van a dar más paz. Por increíble que parezca, mientras más le meto gas a mi responsabilidad, más se aliviana mi vida. Inténtalo, y analiza tus sensaciones y emociones.

¿A poco no ya se puso más bonito el día? 

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