En el post anterior, traté de
describir grosso modo, cuáles son las
características de algunos conceptos que se relacionan con la palabra psicología.
Con ellos más claros (espero) me permitiré
hablarles sobre mi experiencia como paciente y terapeuta en formación.
A lo largo de mi corta-mediana
vida, he consultado a 5 especialistas en psicoterapia. Dos de ellos importantes
para el tópico de hoy.
La primera, Diana, la consulté cuando
tenía 16 años.
Estudiaba la preparatoria y vivía
con mis progenitores, todo feliz. De un día para otro, y después de más de 3
décadas juntos, PUM! Se divorciaron. Obvio fue un shock para todos y por lo
mismo, mi padre y yo decidimos acudir con un profesional de la salud emocional.
Mientras resolvíamos el asunto de la pérdida y el dolor, y el llanto, y un
poquito del drama, Diana también me ayudaba a aclarar mis dudas vocacionales.
Big thing, si consideramos que ahora me dedico a eso.
Nota: El costo de la sesión era de $1800 por hora. Atentos, psicólogos
con vocación terapéutica; también podemos hacer mucho varo en nuestra profesión
si tenemos la suficiente inteligencia y astucia como para encontrar quién
valore así nuestro conocimiento.
Al segundo lo conocí hace apenas
un año. Estaba dando tumbos en la universidad; no encontraba mi lugar
estudiando la licenciatura, odiaba a mis maestros, odiaba la carrera. Me sentía
jodida profesionalmente hablando. Como mandado del cielo, me topé con un
anuncio sobre un diplomado en terapia Gestalt. Pues ya qué, no había nada más
interesante que hacer. Me metí. Él era el profesor. Después de dos clases
empezamos mi proceso.
Oh Dios, cómo cambió mi vida. No
sólo porque comencé a conocer una escuela terapéutica que nadie sabía bien de
qué iba (Sólo un profesor de octavo semestre habló algo, 3
minutos, sobre el tema) sino porque también inicié un proceso terapéutico que aún
continúa.
Algo que me sorprende es verme en
el espejo y reconocerme. La terapia me ha permitido explorar zonas de mí que sí
conocía pero no quería ver. He integrado mis lados obtusos y los puntiagudos,
la niña y la adulta, la tristeza y la felicidad. Aprendí a reconocer cómo
funciona mi cuerpo, qué siento y cómo estoy realmente al decir “Me siento bien”
(Como dato cultural, en Gestalt las palabras bien y mal no significan absolutamente nada). Sigo
siendo testaruda, berrinchuda, enojona
(aplausos para mi marido)… la diferencia es que ahora decido y me
responsabilizo de serlo. Digamos que soy Jádisha y más.
El trabajo jamás termina. El
terapeuta no es Harry Potter venciendo a Voldemort. No es Lumos, Obliviate,
Salvio Hexia, Expecto Patronum… Digamos que es Harry Potter haciendo las paces
con Voldemort y coexistiendo sabiendo quién es él y quién es el otro.
Es por ello que, para cualquiera que se quiera convertir en
un experto de la Gestalt, no sólo hay que aprender los “pases mágicos”. Se
convierte en mi lema, en mi guía, mi realidad, mi vida. El dicho “Ver
la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”, no aplica. Va más en el
sentido de veo la viga en mi propio
ojo y dejo en paz al ajeno.
Entonces… ¿Le entran a reconocerse o cómo?
Conforme te leo y oigo te digo que: Confió tantísimo en ti que aunque estoy bien y satisfecha con el psicoanálisis, probaría Gesalt sin dudarlo solo por tu recomendación y por mi aguda curiosidad :D
ResponderBorrarREFIEREME! :D